Marlon Santi: Aportes y desafíos de la justicia pluricultural

Jan 1, 2018
11:00 AM

Voces del Jaguar (IV)

Mil gracias a Corina Montalvo, Patricia Gualinga, Sabine Bouchat, José Gualinga, Marlon Santi, Eriberto Gualinga, Tupak Viteri y Don Sabino Gualinga.

El pueblo originario kichwa de Sarayaku, en la Amazonía ecuatoriana, se autodefine como descendiente de los jaguares. Esta afirmación no tiene nada de poética ni retórica. En su visión mágica de la selva, hay hombres, unos pocos, que pueden transformarse en este animal poderoso. Se los conoce como Yachaks, y son aquellos que, tras un largo proceso de autodisciplinamiento y aprendizaje, llegan a ser un puente entre el mundo terreno y el espiritual. Pero el sentido ejemplar de fortaleza del mítico jaguar es también un símbolo que representa la lucha de resistencia y dignidad humana de Sarayaku por mantener su espacio de vida, su territorio y cultura ancestrales. Las voces que aparecerán en esta serie de entrevistas – y que se ha respetado de manera exacta en sus propias palabras –, dejan en claro que Sarayaku, al igual que otros pueblos indígenas del Ecuador y Latinoamérica, están y continuarán en pie de lucha como única alternativa a su sobrevivencia. “Somos el pueblo del medio día. Sarayaku no caerá, aunque otros pueblos vecinos sucumban. Sarayaku seguirá resistiendo”, afirma una antigua profecía de esta comunidad.

En esta cuarta entrevista de la serie Voces del Jaguar, Marlon Santi, ex-Presidente de Sarayaku y ex-Presidente de la CONAIE, reflexiona sobre las contribuciones, experiencias y desafíos en la administración de la justicia indígena; su relación conflictiva con la justicia occidental del Estado; los prejuicios y racismo jurídicos existentes; y la necesidad de construir una justicia verdaderamente pluricultural en Ecuador y Latinoamérica.

Marlon Santi

“El caso Sarayaku es un caso muy largo, de muchos años. Se inicia en el año 2003 y el dictamen se logra en el 2012. Para el futuro latinoamericano y para el futuro de muchos países en otros continentes, el caso Sarayaku da un precedente jurídico; un prólogo jurídico sobre los derechos de los pueblos indígenas, la relación espiritual de los pueblos indígenas con la Madre Tierra, y vincula la relación del derecho de la naturaleza con el hombre. En ese sentido, el caso Sarayaku es un legado jurídico que puede ser estudiado por muchos juristas. La Corte, por ejemplo, no pudo interpretar esta relación que nosotros tenemos del ser humano, del hombre con la Pacha Mama, o la Madre Tierra. La Corte no podía interpretar porque, claro, los seres humanos tenemos derechos, pero la Madre Tierra aún no esta legislada en sus derechos. Pero de todos modos, ese vínculo que había fue violentado. Nuestra estabilidad emocional, nuestra estabilidad espiritual, nuestra vivencia aquí fueron violentadas y fueron violadas. Entonces, eso es un antecedente que puede servir para muchos pueblos y para muchos juristas. Algún jurista experto va a decir: ‘bueno, cómo van a dictaminar sobre un caso que no se puede entender, la relación espiritual con la Madre Tierra. La violación del derecho humano estaba basada en nuestra convivencia con la naturaleza. En ese sentido, creo que en Latinoamérica hay un proceso que se ha hecho y un avance en la jurisprudencia, y un avance en la justicia y los derechos”.

Marlon Santi: Summit Indigenous Voice

“La justicia en el Ecuador es muy politizada, muy política. No son como los jueces que actúan en el marco del derecho, en el marco de la jurisprudencia; sino mas bien actúan en procesos coyunturales, que son momentáneos, muy pasajeros. En ese sentido, la justicia en el Ecuador se ha prostituido, obedece a los poderes económicos del país, no al derecho, no a la reglamentación jurídica que está establecida, como un país que aplique justicia para todos y al mismo nivel. La justicia en el Ecuador esta muy prostituida en los actuales momentos. Creo que a eso obedece que la justicia ecuatoriana no nos haya dado razón en su momento dado. Estaba obedeciendo a órdenes de personas que estaban manejando el país. Aquí, (por el contario) ha existido la justicia comunitaria. Ahora llega a ser una novedad para el gobierno, una novedad para el mundo occidental de que los pueblos indígenas hacemos justicia comunitaria o le dicen, justicia de los pueblos indígenas, o dicen, justicia empírica. Antiguamente, ha habido justicia, la justicia que es la más sagrada; o sea, la justicia estaba basada en los procesos de retroalimentar espiritualmente al ser humano, cumplir con las normativas de la convivencia social, pero no estaba sistematizada como en la época romana, así; sino más bien la justicia era de palabra porque la palabra era sagrada”.

“Te voy a decir una cosa, por ejemplo, un cazador no podía entrar a una zona en que el jefe, o el líder, o el curaca del clan, decía: ‘no te vas, porque si te vas, va a llover, va a haber tormenta’. Entonces, era una forma de regular. Y el cazador tenía que obedecer porque era una regla que decía una autoridad, y que ha venido pasando de voces a voces, de boca en boca, y que ahora se aplica. Y ahora estamos en un proceso de sistematización, por ejemplo. Queremos sistematizar las reglas y no es una justicia que te dice: ‘ah, bueno, tú robaste, y te meten a la cárcel’. Aquí hay un proceso de rehabilitación, de concientización, de formación, de dirigir que los pasos del hombre estén en el buen caminar, en el buen pensar, y energizar el espíritu para que no vuelva a cometer esos errores. Creo que la justicia indígena es una de las justicias más rectas que yo haya visto y conocido, comparando con la justicia occidental, en este caso estoy hablando en Ecuador. La justicia en el país es corrupta, la justicia te encarcela, la justicia no te corrige, pagas ahí veinte años de cárcel y sales peor, peor ladrón o peor asesino, no hay correctivos. En la justicia indígena te sancionan, pero al mismo tiempo te dan pautas para que tú mismo te integres a la sociedad, sirvas a la sociedad y mejores en la sociedad”.

“La justicia indígena y la justicia occidental no entienden cómo hacer el puente. Y tiene que haber un puente de mutua cooperación. Por ejemplo, la justicia del Ecuador no permite juzgar a un funcionario que haya hecho un daño aquí (en Sarayaku), quieren que juzguemos de acuerdo a su sistema, pero los hechos están aquí. Nosotros decimos, no, tiene que ser juzgado aquí (en Sarayaku), bajo nuestras normativas. Pero tenemos algunas experiencias. Por ejemplo, en el tema de homicidios, solo necesitamos hacer una cooperación. Si hay una regla que permita al individuo entender su error, su crimen, y en un futuro, él sale exculpado, redimido, con sana conciencia y sale arrepentido, sería una justicia que lo valora; pero no, un asesino tiene que ir a morirse en la cárcel, es una forma de no matar ese rato, sino matarlo en el tiempo. Aquí no queremos profesionales indígenas que solo vayan a obedecer una función que ya está establecida, sino a revolucionar esa justicia. Revolucionar la justicia implica romper los paradigmas y las utopías que están esquematizadas con unas leyes que verdaderamente no son leyes recíprocas, comunitarias, sino que están para restringir y castigar. Creo que en algún momento debemos hablar de la pluralidad de las leyes, de la pluralidad de la justicia, y de la pluralidad de funciones específicas del Estado, como la Contraloría General, la Corte Constitucional, los jueces. Ahí tienen que ir integrándose los profesionales indígenas, pero con miras a cambiar el sistema occidental, a integrar el sistema nuestro que es muy distinto y es más simple, y más rápido, y no costoso como la aplicación de la justicia occidental. Para aplicar esta justicia, tu coges un abogado que te cobra de 100 a 200 dólares y te va a seguir cobrando. Es muy costosa esta justicia”.

“La justicia occidental es una justicia que viene de la época romana y se ha establecido como lo único que hay. Pero creo que falta una socialización de las leyes de convivencia interna que existen en los pueblos y nacionalidades, que ahora ya son materiales de estudio para muchos juristas y abogados. Debe haber un tiempo prudente de una socialización, si ven que la justicia nuestra es eficaz, que no corresponde a la burocracia y a los extensos papeleos que existen, creo que la gente, la sociedad se va a dar cuenta. Bueno, eso es lo propio que queríamos. Y establecer las nuevas normas que existen acá. Yo estoy estudiando derecho y la mayor parte del derecho que estoy leyendo, la regla, el código civil, derecho romano, estoy leyendo ahorita el derecho del trabajo, todo, todo es una copia de Roma y que lo transcribieron acá. Pero aquí se necesita una transcripción y aplicación de las leyes y los códigos desde nosotros hacia la sociedad civil”.

“Hay un racismo en la justicia. Por desconocimiento, ¿no?. Porque un abogado occidental, un profesional de derecho, él esta pensado en su ley: ‘esta es la única ley que existe’. El creció desde niño, se educó de joven: ‘es que ésta es la única ley que existe, no hay otra más en el mundo, tenemos que cumplir esa’. Pero en el mundo hay una diversidad de leyes, aquí hay una ley, los achuar, los shuar tienen una normativa distinta, y en el Ecuador, en otras comunidades, en la sierra tienen igual normativas de justicia, que ya son vigentes y ya son aplicadas por miles de años. No son de ahora. Quizás tienen igual que la historia romana un legado histórico igual. Solo que ese conocimiento dominante llegó acá y por lo tanto, es la única ley que existe. Pero yo creo que las universidades tienen la obligación de poner en sus pensums, en sus mallas curriculares de estudio, cómo funciona la justicia indígena como una materia de especialización. Nosotros sabemos discutir entre el alumno y el tutor (en la universidad), en el robo, por ejemplo. Es el código civil, específicamente, el tema del robo y adquirir la propiedad”.

“Bueno, entonces yo dije, aquí el robo es castigado con ‘las manos en la masa’ o robo infraganti con seis años de prisión, dependiendo del monto del robo, si robaron tres mil, cinco mil, o sea hay montos. Entonces, es una forma de matarle. Yo les explicaba que en la justicia indígena la primera parte es ablandarle y dirigir la proyección hacia el futuro de la persona. Entonces, no hay ley, decían, para eso. ¿Qué es ablandarle? Es corregirle a él: ‘mira —el consejo que decimos aquí— no tienes que cometer este error, esto esta mal, tal, tal’. Aunque es un código moral, pero de todos modos hay que corregir, dirigir, que camine en el buen caminar, que piense en el buen pensar, todo eso. En la segunda fase, es igual, se hacen algunos rituales que están establecidos. Por ejemplo, ponerle en el cuerpo al ladrón hojas de mandioca y soplar. Porque de acuerdo a nuestra cosmovisión y aprendizaje de la selva, ahí está el mal y tiene que salir. Pero no se quema la piel, sino que se le asusta. Entonces, dejan (de actuar mal) cuando son guambras (jóvenes) y ya al último, cuando son reincidentes, entonces hay una aplicación de lo más severo. Aquí los Yachags o los sabios toman tabaco y ayahuashca para tener la visión, para cambiar, para limpiarse, para purificarse. Estos dos son como para limpiar la conciencia. Entonces, claro, no es que de una decimos, tú has robado y te vamos a dar tabaco; sino que hay un proceso. Y después se sentencian algunas cosas”.

Sobre este proyecto

El proyecto de entrevistas Voces del Jaguar recoge la palabra viva, experiencias y luchas de varios representantes importantes del pueblo originario Kichwa de Sarayaku, en la Amazonía ecuatoriana. Juan Carlos Grijalva, editor de estas conversaciones, es profesor asociado de literatura y estudios latinoamericanos en Assumption College, Estados Unidos.