Carlos Zenón y las MEMORIAS DE UN PUEBLO POBRE EN LUCHA

Mar 25, 2019
3:43 PM
Originally published at Claridad

“Cuenta una Isla su historia
envuelta en olas de fuego,
todo el camino que da a su memoria
va cubierto con un velo de miedo.” 
—Fragmento de Canción para Vieques,
composición de Tito Auger y Ricky Laureano (Fiel a la Vega).

Miedo es precisamente la palabra que no existe en el hogar de Carlos Zenón desde la noche en que su madre lo llevó a buscar jueyes, a sus seis años de edad. La lección lo picó duro. El bulto del miedo no debía cargarlo jamás, le dijo Trine mientras alumbraba con un jacho en la oscuridad de los matorrales…

Taso, como le conocen sus amistades, venía aprendiendo lecciones intensas desde muy pequeño y estas fueron en escalada hasta alcanzar “confrontaciones feroces en las que a los viequenses nos dieron duro pero en las que supimos devolver golpe por golpe y meterle los cabros al corral al brazo naval del aparato militar industrial de Estados Unidos de América”, relata.

Zenón se ancla en esa perspectiva mientras hurga en sus recuerdos y escribe su libro Memorias de un pueblo pobre en lucha. Narra la historia de los eventos que, durante décadas, se fraguaron en una larga y pesada cadena de maniobras navales eslabonadas en prácticas de guerra que ataban a la población viequense a la pobreza y al desasosiego. Describe vívidamente la historia de una isla que vivió en lucha permanente contra fuerzas militares estadounidenses en un colosal esfuerzo por sobrevivir  y cómo el fuego y el coraje que moraba entre sus habitantes y compueblanos los inspiró para desarrollar estrategias de lucha que obligaron a la Marina de Guerra de Estados Unidos a soltar amarras y largarse de Vieques. Durante toda su vida, él, su familia y el resto de la comunidad viequense han estado combatiendo por su derecho a lograr una vida tranquila, sin atentados contra su salud y su bienestar.

Este libro es una memoria de un hombre de mar que junto a su comunidad de pescadores tuvo una participación significativa en una de las luchas fundamentales de Puerto Rico en su historia al enfrentarse a la Marina de Guerra de Estados Unidos. En su vida como pescador y luchador acérrimo en contra de la Marina, Zenón ha entrado en batallas arduas, aunque declara que siente que escribir estas Memorias “es más difícil que pelear contra la Marina”. Había que hacerlo, se dijo. Tocaba cumplir con una responsabilidad moral contraída con el líder revolucionario Juan Antonio Corretjer Montes quien en 1978 le dijo: “Zenón, tienes que narrar las memorias de esta lucha”.

Incitado por su aprecio y valoración de la juventud puertorriqueña, Zenón decidió que había llegado el momento de responder concretamente a las palabras de Corretjer y se embarcó en un proyecto efervescente y chispeante que le ha servido de vehículo para decirles a los jóvenes: “¡Atrévanse a luchar y a triunfar!”

A Zenón también le preocupaba la representación que se había hecho de la historia de Vieques. Lo que se conocía de Vieques era una historia parcial, incompleta y hasta tergiversada. Quería contar lo que sabía, ofrecer una perspectiva distinta, narrar la historia “desde el punto de vista de los pescadores”, remitiéndose a los recuerdos de fines de la década de 1970, cuando se formalizó la lucha contra la Marina. Como efecto derivado, se hacían visibles los héroes anónimos: los pescadores, las mujeres, los jóvenes.

El subtítulo del libro, “Manual de lucha para los jóvenes que quieren transformar a Puerto Rico”, responde a su marcado interés y confianza en las energías de la juventud. A lo largo de la escritura mantiene presentes a los jóvenes puertorriqueños mientras explica las lecciones aprendidas durante las batallas libradas por el pueblo viequense y ofrece consejos para aplicarlos hoy en la lucha por la salvación de Puerto Rico porque considera que eso es importante para librarlo de las garras del colonialismo que lo oprime y argumenta enérgicamente a favor de una “lucha frontal y decisiva en contra de quienes pretenden que aceptemos sumisamente las condiciones onerosas a las que quieren someternos”.

El libro se presenta en un formato muy cómodo. Es ancho, así como una de las calles de Vieques. Eso permite poder apreciar la calidad de las fotografías que documentan gráficamente la lucha de los viequenses y el arrojo de sus pescadores. Las fotos irrumpen en tonos sepias, grises, rosados e incluso hay algunas con un ligero tinte verde o azul como si evocaran los colores y la transparencia de las aguas de la Isla Nena. Cada uno de los catorce capítulos inicia con fotografías impresionantes, amplias, sobre un fondo de color sólido, acompañadas de una cita o una introducción breve sobre el tema a tratar. Cierran los capítulos imágenes prominentes que cuentan una breve historia o conclusión que, en muchas ocasiones, deriva en un mensaje de lucha para la juventud. La evidencia gráfica es contundente gracias al material visual que fue compartido por algunos medios de la prensa, entre los que sobresale el semanario Claridad, que consecuentemente documentó los acontecimientos, y las extremadamente valiosas fotografías de la Colección Aleida Encarnación. La excepcional labor editorial y de composición gráfica de Editorial El Antillano deslumbra, desde la primera ojeada, como una labor de compromiso mayor.

Los relatos de los eventos se absorben con avidez debido al maravilloso lenguaje de una narración viva, enérgica y potente. Según se avanza en la lectura, se tiene la sensación de estar en una de esas yolas, observando desde atrás todo lo que ocurre, casi escuchando las detonaciones durante los bombardeos de la Marina y sintiendo la intensidad del sol abrasador y el salitre según se deposita sigilosamente en la piel. Asimismo, se hace sentir el viaje cotidiano de la pesca, con el peso de las nasas, las trampas, con esas artes de pesca que son esenciales para el sostenimiento de tantas familias y es palpable la valentía de los pescadores, quienes se arriesgaron a perder sus herramientas de trabajo, incluyendo sus embarcaciones –y hasta la vida–, cada una de las veces que salían a combatir en el mar.

Carlos Zenón dedica el libro a Rafael Cancel Miranda y resalta con prominencia la participación clave de las compañeras de los pescadores viequenses en la lucha contra la Marina de Estados Unidos. Muy en especial menciona a una persona medular en las decisiones y copárticipe con él: Aleida Encarnación Rivera, su compañera de vida y su compañera de lucha. También resalta a otras mujeres valientes como Isabel Rosado Morales y Lula Tirado. En todo momento, mantiene presentes a los jóvenes y les habla directamente sobre su capacidad y potencial de luchar.

En los catorce capítulos se navegan tanto corrientes superficiales como profundas y se denuncian acciones que pusieron en riesgo las vidas de los viequenses: “Ahora sabemos del terrible crimen que cometieron contra los viequenses: la destrucción y el envenenamiento de nuestras tierras y mares y la epidemia de cáncer que provocaron entre nuestra gente. Nos engañaron por muchos años pero ya la verdad está expuesta.” Zenón habla de cómo las fuerzas navales estadounidenses sembraron los vientos, pero cosecharon tempestades. Afirma que “la intención original de la Marina  había sido perjudicarnos económicamente, en su plan genocida de despoblar a Vieques”, y relata las tempestades a las que se enfrentó la Marina a causa de las estrategias concebidas por los viequenses como mecanismos de defensa y contraataque. Zenón afirma que no fue el estratega de la lucha y desvela la identidad del pescador a quien llama “el estratega de la lucha en el mar”, quien insistía en mantenerse bajo un manto de clandestinidad. En este libro, Zenón honra la memoria de Lino Lanzó Mercado y su arrojo. También reconoce la participación de los jóvenes de 1979, afirmando que “lograron algo valioso para el pueblo de Vieques y para todos los puertorriqueños” y destaca la participación de organizaciones cívicas y políticas que se unieron en total apoyo con la lucha de los viequenses.

En detalle, describe la participación de los almirantes de la Marina, del juez Juan Torruella, del exgobernador Carlos Romero y expone su percepción de las acciones de conspiración contra el pueblo viequense, incluyendo la falacia del “histórico acuerdo” entre Romero y la Marina. Al remontarse “más allá de nuestro archipiélago”, describe la entrevista privada que tuvo con el presidente cubano Fidel Castro en Nueva York y cómo, en 1982, se encontró sobre una tarima en el Parque Central de Nueva York hablándole a una multitud de casi un millón de personas congregada allí para manifestarse en contra de la proliferación de las armas nucleares.

Zenón hace referencia a un hecho prácticamente desconocido que ocurrió el 30 de agosto de 1981, al cual llama “la insurrección de los viequenses” en el cual “cinco yolas de pescadores, un automóvil con su baúl lleno de piedras y la cría viequense estuvieron en la primera línea de combate en un intento de darle su merecido a la Marina de Guerra de Estados Unidos.”

En estas Memorias, no puede olvidar otros sinsabores más cercanos en el capítulo que cataloga como “la tentación de la víbora y la traición de los buscones”, donde expone las acciones de quienes se confabularon con la Marina y antepusieron sus intereses personales a los de la comunidad viequense.

En el cierre, Zenón ofrece “algunos comentarios al final del camino”, en los que comparte sus reflexiones, análisis y anticipo de la lucha en Vieques y en Puerto Rico preparando el camino para arar la tierra puertorriqueña y surcar sus mares en busca de brisas favorables para navegar.

Las emotivas descripciones narradas por el líder viequense erizan la piel e invaden espacios sensitivos en el corazón. Aún más cuando las historias van acompañadas de fotos en las que se plasmaron momentos definitorios, como los de las confrontaciones en el mar mientras los pescadores intentaban detener las maniobras de la Marina, las acciones en tierra, los piquetes y el apoyo solidario de la Isla Grande. Esas imágenes son evidencia de que la lucha de Vieques no fue tranquila y sosegada, sino puro fuego. Los momentos de tranquilidad y calma asoman en varias fotografías que revelan la vida rutinaria del pueblo y de los pescadores en su quehacer cotidiano como, por ejemplo, cuando construían sus artes de pesca y las salidas a trabajar en el mar para lograr la pesca.

Desde el punto de vista social, político e histórico, este libro es un tesoro. Se establece en la historiografía puertorriqueña con varias aristas. Es una memoria relatada por un testigo directo que no sólo fue observador sino que además fue actor principal en los acontecimientos. El libro enmarca en el género literario de la crónica, detallando los sucesos en una narración de orden cronológico e identifica los nombres de participantes, así como lugares y fechas. Es una crónica del siglo XX, escrita en el siglo XXI, que se asienta en la larga duración, en la que se narran los eventos a partir de 1940, momento en que, según expresa Zenón, “la Marina invadió a Vieques” hasta el momento en que fue expulsada sesenta años más tarde. Memorias de un pueblo pobre en lucha se convierte en una fuente primaria a ser consultada sobre estos sucesos.

También, según expresaba el antropólogo Ignacio Olazagasti Colón, en el libro se aprecia una narrativa épica. En estas, normalmente se relatan las luchas de grupos pequeños, casi indefensos, contra fuerzas gigantescas, y eso fue lo que ocurrió en Vieques: los pescadores lucharon frente a frente contra la Marina de Guerra en las mismas aguas que la Marina dominaba y la vencieron. Junto a la comunidad viequense dieron la batalla por recuperar lo que por derecho les pertenecía. La lucha de los pescadores de Vieques tiene paralelos en la historia. El profesor Olazagasti comentaba que, si la percibimos en sintonía con el historiador británico Eric Hobsbawm y el campesinado europeo, veremos a los pescadores como el campesinado europeo. En este caso, nuestros pescadores, con su esfuerzo, son los que levantan las economías de las islas y las costas, porque el arte de la pesca puede ser una economía auto sostenible. Sin embargo, si la destruyen buques de guerra extranjeros y bombardeos contaminantes resulta en la aniquilación de la población, un peligro que siempre advirtió el autor de nuestro libro. Como hombre de mar, conoce los reflejos del sol en el agua y puede avistar un chispeo, así como un escarceo, y así es como divisó a la Marina de Guerra desde siempre.

Este es un libro vital. Representa un pedazo de la historia de nuestro archipiélago y también es parte de la historia sobre los derechos humanos en Puerto Rico. Esta es la historia de cómo un pueblo defendió sus derechos ante las agresiones implacables de la Marina de Guerra estadounidense, que se había apropiado de su isla para llevar a cabo ejercicios militares con bala viva y arrendar a otras naciones sus juegos de guerra a costa de la paz, la salud y el bienestar de los viequenses.

Hoy, la Marina de Guerra y sus balas vivas no están. Tenemos estas Memorias vivas de ese pueblo bravo en lucha y de aquellos pescadores que estuvieron dispuestos “a arriesgar mucho, a arriesgarlo todo, por sacudirse el yugo de la tiranía militar que se le quería imponer al pueblo permanentemente. Estas Memorias forman una historia de las luchas de esos puertorriqueños pobres que supieron ofrecer lecciones de rebeldía y decoro, las cuales fueron fundamentales en la derrota de la Marina.”

Zenón, Carlos (Taso). Memorias de un pueblo pobre en lucha: Manual de lucha para los jóvenes que quieren transformar a Puerto Rico. San Juan: Editorial El Antillano, 2018.

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Elma Beatriz Rosado es historiadora, escritora y viuda de Filiberto Ojeda Ríos, el líder independentista asesinado por el FBI. Twitter: @Tanamah.