Desde Honduras
Por Chaco de la Pitoreta
(Héctor Efrén Flores Asiego)
poeta y gestor cultural
Ustedes son los responsables de nuestra crisis, ustedes son los responsables de la sangre derramada, es su democracia la que nos limita nuestras garantías constitucionales y son sus armas y sus entrenados los que nos están matando por defender nuestro derecho autónomo de ser una nación independiente. Me explico.
Ustedes, con el burdo pretexto de la lucha contra el narcotráfico, han armado un ejército en Honduras que hoy violenta, tortura, y mata personas —12 en el conflicto del fraude en solo estas dos semanas empezando en el fin de noviembre del 2017, por si no lo saben— en nombre de la democracia que ustedes pregonan. Esos militares son todo menos humanos. Les dieron rifle y les cercenaron el cerebro, les dieron balas y les entrenaron el dedo para halar el gatillo, les dan uniforme y les hacen sentir superiores a los demás incluso su familia y entre más disparan contra su pueblo, más armas les compran a ustedes que, ahora comprendo bien, viven del negocio de la muerte.
Ustedes guardan silencio ante las atrocidades que comete Juan Orlando Hernández con mi pueblo, por que para ustedes es más importante el dinero de las transnacionales, las concesiones extractivistas mineras, su negocio de armas y la farsa democracia que pregonan por encima de las democracias de izquierda que los derechos humanos de las y los hondureños y su deseo de ser una nación autónoma. Es tanta su ceguera y ambición que toleran una imposición muy a su estilo democrático aunque en la práctica sea como lo que condenan en las propuestas socialistas. Con ello me queda claro que a ustedes solo los mueven dos elementos, el dinero y la ideología de la cual ustedes —en su derecha política— están enfermos y no ven sino la ideología y no el mal que con ella se causa.
Ustedes saben que mi gente se muere y guardan silencio cómplice. Saben de sobra que una sola palabra suya resolvería esta crisis y pondría a temblar a su títere en el poder. Pero en cambio mandan a una vocera del capital, a otra enamorada del dinero que jamás vera mis muertos —aquellos 12 de los que les hablé arriba— ni el fraude electoral, ni la corrupción de Juan Orlando Hernández ni los crímenes de lesa humanidad de su ejercito y policía militar, por que ella esta acá —en su nombre— para proteger su capital, sus intereses financieros y las posiciones geopolíticas que han definido (entiéndase bases militares) y no a las personas, a los hombres y mujeres que hacemos y soñamos con una Honduras libre, soberana e independiente.
Por si lo olvidaron es el dinero que ustedes dan a Juan Orlando Hernández el que le da presupuesto para tratarnos como animales en cacería. Como ejemplo para ustedes en este momento están más seguros los animales en su territorio que gozan de una veda en la casería que mi pueblo que solo sueña con amanecer un nuevo día. Es su dinero, más bien el dinero que los y las dignas personas del pueblo de los Estados Unidos pagan en impuestos, para que ustedes administren, el que financia la muerte, el que compra la comida, el que da las municiones y el que sostiene al ejercito que hoy esta matando a mi pueblo. Y ustedes, si ustedes con su silencio, son tan culpables por la sangre acá derramada.
Por largos días desde el 26 de noviembre del 2017 —y muchos años atrás en los ochentas— fue su dinero nuestra mayor desgracia. Hemos vivido días cansados, dolorosos y de incertidumbre. La vergüenza es enorme cuando vemos el dolor en los rostros de nuestra propia gente, mancillados bajo estrategias que ustedes le han transmitido a este ejercito y a estos mediocres administradores públicos que protegen por que son los garantes de sus ambiciones.
Es el momento de que hablen de real democracia, de que se asuman en la real democracia y respeten nuestra democracia. Dejen de facilitar recursos financieros a este gobierno represor, a esta ejercito asesino y déjennos vivir en paz. Las y los hondureños creemos en Honduras, soñamos con Honduras y lucharemos por Honduras de principio a fin, hasta verla libre, digna y prospera como la imaginamos siempre. Apelo a su humanidad —si todavía les queda— a su raciocinio si es más amplio que el símbolo del dinero que sus emisarios acá —en la embajada— han dejado en evidencia. Apelo al compromiso que ustedes —funcionarios públicos— tienen con el pueblo que los a elegido y que jamás, estoy absolutamente seguro, se prestarían, ni permitirían, que su dinero fuera usado para masacrar a otros pueblos.
En nombre de mi pueblo, este pueblo digno, les ruego, les suplico, les imploro ya basta de tanta injerencia y manipulación en el destino de mi pueblo.